lunes, 10 de noviembre de 2014

Yūutsu

Despiertas un día y todo ha cambiado. Las personas, el lugar, los sentimientos...incluso aquel árbol donde solías apoyarte no está. La vida está en constante cambio y, a diferencia de los demás nunca me han gustado. Acostumbrada a la misma rutina durante varios años.Ya no tienes razón para estar animada por la mañana. El dulce frío de Noviembre te recuerda una fecha importante. Mientras piensas en todo ello se pasa el tiempo. Coges la mochila rápidamente y sales corriendo de casa. Mientras andas vas mirando a tu alrededor. No siempre te encuentras a las mismas personas ni los mismos coches, ni el mismo perro. Todo cambia. Llegas al instituto y, como hacías cada día te sientas en el frío banco, el que está al lado de la puerta, justo en medio. Esperas. Y esperas. Aún mantienes esa cálida esperanza de que vaya a aparecer? Suena el timbre que te despierta de tu melancolía. Entras en clase. Los compañeros de siempre, la profesora de siempre, el tostón de siempre. Mientras explican la Guerra de la Independencia miras a la ventana. Hoy es un día frío, nublado, triste. Igual que mis ánimos,piensas. Vuelve a sonar el timbre y te vuelves al mundo real. Empieza la siguiente clase. Así hasta que llega el primer patio. Antes de salir coges la mascara que tenías guardada y te la pones. Te vas al sitio de siempre, te sientas y miras hacia la entrada. Es lo que haces siempre. Aun mantienes la esperanza pequeña? Pasa el tiempo. Se vuelve a repetir lo mismo. Vuelves a ponerte la fría mascara y esta vez te vas al rincón detrás de la fuente. Siempre viene bien algún momento solitario. Esta vez, miras al cielo y te quedas así un buen rato. Ya estás harta de que te hagan daño. Siempre quieres mandarlo todo a la mierda, dejarlo todo. Pero no puedes verdad? Porque no puedes? Piensas. Sabes que hay un motivo pero no quieres pensarlo. Piensas en odio, dolor, tristeza, soledad... Esos sentimientos que guardaste cierto tiempo atrás y que prometiste no volver a sacar. Regresas a la asquerosa pero triste realidad. Aún mantienes la esperanza? Coges tus cosas y te vas, esperando que, aunque sea solo un segundo, la melancolía se convierta en felicidad.

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